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Eusebi
Güell, empresario, político y miembro de una prestigiosa familia
de la alta burguesía catalana, fue para Gaudí un verdadero
mecenas. Gracias a él pudo realizar varias obras, entre ellas el
Parque Güell, donde su creatividad pudo ser desarrollada con libertad.
Próxima
a la Barcelona de principios de siglo, y como parte de un proyecto de ciudad-jardín
residencial prevista para 60 viviendas unifamiliares, Gaudí construyó
este parque donde volcó una vez más su fantasía.
En el
centro de una doble escalinata, un enorme lagarto o dragón da la
bienvenida a los visitantes. Se puede observar que la decoración
de toda esta zona está realizada con el revestimiento que tantas
veces utilizó en sus obras. Baldosas rotas de forma irregular, que
se acomodaban perfectamente a las superficies curvas que creaba el genial
arquitecto.
Al final
de esta escalera se accede a un gran espacio, sostenido por 84 columnas
dóricas, que estaba previsto para dedicarlo a los puestos de mercado
donde podrían proveerse los habitantes de la futura ciudad-jardín.
Los bellísimos rosetones del techo están realizados con trozos
multicolores de baldosas y de cristales.
Este pavellón situado a la entrada del parque, y destinado a portería, está construido con piedras del mismo lugar, revestidas en su parte superior por mosaicos. Las formas irregulares del techo parecen recordar las escamas y rugosidades de un extraño monstruo. Este pequeño edificio parece extraído de un cuento de hadas. |